PALEOLÍTICO
El paleolítico de la península Ibérica se divide en tres etapas:
- Paleolítico inferior.
- Paleolítico medio.
- Paleolítico superior.
Paleolítico inferior
Hasta no hace mucho, los arqueólogos databan la aparición del hombre en Europa en torno a los 500.000-600.000 años A.P. Pensaban que se agrupaba en pequeñas hordas de cazadores-recolectores pertenecientes a una variedad del Homo erectus. Los restos del Paleolítico inferior en la península Ibérica eran muy escasos, aunque se habían encontrado piedras talladas de unos 500.000 años de antigüedad. Sin embargo, los descubrimientos realizados en la Sierra de Atapuerca, cercana a Burgos, han cambiado totalmente los esquemas establecidos. En el año 1994, en una prospección en la sima llamada Gran Dolina, aparecieron los restos del homínido más antiguo hallado en Europa, cuya datación se sitúa en torno a los 800.000-780.000 años.
Paleolítico medio
Este periodo, también denominado Musteriense, está asociado en toda Europa al Homo neanderthalensis, homínido que se desarrolló desde hace unos 200.000 años hasta aproximadamente 35.000, coincidiendo en gran parte con la glaciación de Würm. Sin embargo, la especie neanderthal apareció en Europa y Asia únicamente, lo cual pone en entredicho la diferenciación entre el Paleolítico inferior y medio a nivel global. Asimismo, se han localizado en España diversos yacimientos con una cultura musteriense plenamente desarrollada ya en la glaciación de Riss, esto es, hace unos 200.000 años (por ejemplo, la Cueva de Las Grajas, en Archidona, Málaga).
Paleolítico superior
Esta última fase se desarrolló paralelamente en toda Europa desde el 35.000 hasta el 8.000 a. C. Está asociada al Homo sapiens u hombre de Cromagnon, la especie homínida que sustituyó a los neanderthales, con los que compartiría un antepasado común. Probablemente constituyeron grupos nómadas que se trasladaban alternativamente de una zona de caza a otra, viviendo al aire libre en cabañas o en cuevas en las zonas frías. La gran abundancia de yacimientos indicaría un aumento exponencial de la población, producto posiblemente de una dieta más diversificada y nutritiva, que incluiría la pesca, la recolección de frutos y el marisqueo.
Réplica del techo de la sala de polícromos de la Cueva de Altamira en Cantabria |
Dolmen de Moià, Cataluña |
Dolmen de Menga en Antequera |
La primera fase del Neolítico, desde el VI milenio a. C., está caracterizada por la cerámica cardial, con su decoración impresa mediante conchas de berberecho (Cardium edule). Se han encontrado yacimientos en Cataluña, Levante y Andalucía. En ellos hay muestras de prácticas agrícolas, pero con predominio de una economía ganadera.
A partir del 4000 a. C. se desarrolló una segunda fase neolítica con la expansión de la economía productora por el resto de la península: de este periodo son los asentamientos de las dos mesetas, del valle del Ebro y del País Vasco. Mientras, en Cataluña y el sur de Francia apareció la denominada cultura de los sepulcros de fosa, caracterizada por sus tumbas individuales o dobles con ajuar, cubiertas por losas. Eran grupos predominantemente agrícolas, poseían una técnica cerámica muy avanzada y los restos funerarios demuestran que se trataba de una sociedad igualitaria.
Uno de los fenómenos culturales más interesantes de la época es el de los monumentos megalíticos: enterramientos colectivos, comunes también a la fachada atlántica de Europa occidental y relacionados con el desarrollo de las creencias religiosas. Son de características muy diversas, desde la pequeña cista hasta la gran tumba de corredor, pero todos ellos eran construidos con enormes piedras y techadas posteriormente con una o varias losas planas, aunque a veces se utilizaban elementos más pequeños. Se encuentran por todo el territorio peninsular y su utilización se prolongó hasta ya entrada la Edad del Bronce.
La pintura levantina es característica del Neolítico peninsular. Las representaciones se localizan en abrigos rocosos de las sierras interiores, donde aparecen escenas de conjuntos con mucho dinamismo y con figuras humanas estilizadas, reflejo de un mayor grado de esquematización y abstracción que la pintura cantábrica del Magdaleniense.
EDAD DE LOS METALES
Calcolítico
Vaso campaniforme procedente de Ciempozuelos. Estos vasos se pueden hallar en sepulturas individuales, con ajuares funerarios que incluyen objetos de cobre. Corresponden a la fase final del Calcolítico. |
Entre los años 3100 y 2200 a. C., o 3500-2250, según diferentes investigadores, surgió en las zonas almeriense y murciana la denominada cultura de Los Millares, cuyo nombre proviene del yacimiento principal. Se trata de una sociedad establecida en pequeñas poblaciones fortificadas, con unas superficies de entre una hectárea y cinco, y necrópolis megalíticas de tholoi en las inmediaciones. Su economía estaba basada en una agricultura de secano, con indicios de estar complementada por cultivos de regadío. También tenían una cabaña ganadera de cierta entidad y comerciaban con el Atlántico y África. La metalurgia del cobre que practicaban está considerada de origen autóctono.
Contemporáneo a Los Millares y con características similares, el complejo de Vila Nova de São Pedro se desarrolló en la desembocadura del río Tajo, en el actual Portugal. La principal diferencia estriba en las necrópolis, donde se encuentra una relativa abundancia de hipogeos y cuevas artificiales en detrimento de los tholoi, justo al contrario que en el sudeste.
El fenómeno del vaso campaniforme se desplegó por toda Europa a partir del 2900 a. C. o entre el 2400 y el 1800, dependiendo de los autores. Su nombre se debe a la existencia de abundantes cuencos y vasijas cerámicas con la forma de campana invertida, asociados en los ajuares a una serie de objetos característicos que incluyen elementos de cobre, en tumbas que evidencian la existencia de élites sociales diferenciadas por su nivel de riquezas. Se han encontrado restos en la desembocadura del río Tajo, Cataluña, Andalucía y Madrid (Ciempozuelos).
Contemporáneo a Los Millares y con características similares, el complejo de Vila Nova de São Pedro se desarrolló en la desembocadura del río Tajo, en el actual Portugal. La principal diferencia estriba en las necrópolis, donde se encuentra una relativa abundancia de hipogeos y cuevas artificiales en detrimento de los tholoi, justo al contrario que en el sudeste.
El fenómeno del vaso campaniforme se desplegó por toda Europa a partir del 2900 a. C. o entre el 2400 y el 1800, dependiendo de los autores. Su nombre se debe a la existencia de abundantes cuencos y vasijas cerámicas con la forma de campana invertida, asociados en los ajuares a una serie de objetos característicos que incluyen elementos de cobre, en tumbas que evidencian la existencia de élites sociales diferenciadas por su nivel de riquezas. Se han encontrado restos en la desembocadura del río Tajo, Cataluña, Andalucía y Madrid (Ciempozuelos).
En el centro peninsular hallamos también la cultura de Las Motillas, elevaciones defensivas situadas en el entorno del río Guadiana.
Edad del Bronce
En Almería, Granada y Murcia se desarrolló la cultura de El Argar, con pueblos fortificados de planta rectangular, más grandes que en la etapa anterior y con una importante agricultura y ganadería. La industria metalúrgica desempeñó un papel fundamental, sirviendo para la fabricación de armas y objetos suntuarios de cobre, plata, oro y bronce. El control de las materias primas es elemento constitutivo de castas y de la metalurgia provocó una clara estratificación social, apareciendo las jefaturas, que según algún autor se convirtieron en un incipiente Estado.
Edad del Bronce en la península Ibérica hacia el año 1500 a. C. |
Los grupos argáricos tuvieron intensos contactos con sus vecinos del área del Guadiana y del Guadalquivir. Hacia el norte, el Bronce manchego o complejo de Las Motillas se extendió por Albacete y Ciudad Real. En un principio se creyó que este no era más que una expresión diferenciada de la cultura argárica, resultante de su expansión hacia el interior, pero actualmente se tiende a caracterizarlo como un horizonte propio, con importantes relaciones con el Argar y el Bronce valenciano. Los asentamientos manchegos son bastante numerosos y, aunque dispersos y extensivos dentro de un territorio, mantenían relaciones entre sí formando agrupaciones. Los caracterizados como morras (en Albacete) y motillas (en Ciudad Real), eran fortalezas circulares dispuestas en anillos concéntricos en torno a una gran torre central, constituyendo lugares de habitación sin parangón en el resto de la Península. Existe, incluso, un asentamiento muy singular, el crannóg de El Acequión, que demuestra la versatilidad de estos grupos para adaptarse al medio. Sus redes de relaciones y comunicaciones se mantuvo casi intacta hasta época romana.
Durante el Bronce final comenzó a despuntar en las Islas Baleares la cultura talayótica, que llegaría a su clímax durante la Edad del Hierro. También hacia el final del periodo (1200-1000 a. C.) se extendieron por el área de Cataluña los primeros asentamientos de los campos de urnas.
Edad del Hierro
La Edad del Hierro transcurrió, aproximadamente, desde el año 800 a. C. hasta la conquista romana de Hispania, que comenzó en el 218 a. C.. Ésta sería la última etapa prehistórica en el territorio peninsular, ya que coincide con la fundación de colonias por parte de los pueblos mediterráneos (fenicios, griegos y cartagineses) y la supuesta llegada de otros del norte de Europa (los celtas, aunque recientes estudios de la universidad de Oxford pretenden que este pueblo podría ser autóctono de la península). Las primeras colonizaciones se limitaron, fundamentalmente, a pequeños asentamientos, escasos y breves, ya que tanto fenicios como griegos dieron mayor importancia a comerciar y asegurarse el control de las riquezas mineras para sus metrópolis, que a establecerse de una forma permanente en el territorio peninsular. La consecuencia inmediata de estas aportaciones foráneas fue una considerable influencia cultural sobre los indígenas afectados. En general no existe discontinuidad entre los grupos del Bronce y los del Hierro: los restos arqueológicos nos hacen pensar en una paulatina evolución y solamente las aportaciones tecnológicas y culturales externas provocaron una progresiva diferenciación entre los pueblos mediterráneos y los del interior.
Tradicionalmente, este periodo ha sido definido como Protohistoria, siguiendo la interpretación clásica de ésta: tiempo en el que no hay fuentes escritas directas (producidas por la propia sociedad protohistórica), sino indirectas (realizadas por otra sociedad que ya estaba en una fase histórica). Para la península ibérica esta fase ocuparía los últimos siglos del II milenio a. C. y la mayor parte del primero. Entre estos textos indirectos se debería mencionar la Biblia (que tiene algunas enigmáticas menciones que pueden, quizás, localizarse en la Península ibérica), documentos en griego como el Periplo massaliota o el Periplo de Piteas y los abundantes documentos de época romana, en latín o en griego.
La cultura talayótica se desarrolló en este periodo. El nombre deriva de sus características torres defensivas, troncocónicas y construidas con grandes piedras, en torno a las cuales se establecían los poblados. Además, hay otro tipo de monumentos llamados taulas, con forma de altar, pero de tres o cuatro metros de altura, de las que se conservan una treintena en Menorca. El tercer tipo de monumento caracterizado por su vastedad es la naveta, edificio rectangular terminado en ábside y construido con grandes bloques de piedra, que servía como lugar de enterramiento colectivo.Es prácticamente imposible precisar el momento en que apareció la metalurgia del hierro en la península, ya que durante algunos siglos este metal coexistió con el bronce. Es posible que la trajesen los fenicios al establecerse en el sur de la península hacia el año 1000 a. C. o bien los griegos, que fundaron su primera colonia (probablemente Rhodes, actual Rosas, Gerona) en el siglo VIII a. C. Tampoco hay que olvidar que a partir del 900 a. C. se cree que llegaron grupos célticos, que ya conocían este metal y lo utilizaban para fabricar sus espadas, lanzas, escudos o cascos.
Los pueblos de la denominada área ibérica (sur y este peninsular) fueron los que más intensamente recibieron la influencia de las colonias griegas y púnicas, y son calificados como preindoeuropeos. En la zona suroccidental se produjo incluso el surgimiento (y desaparición) de una entidad política de supuesta dimensión estatal: Tartessos. Los pueblos de la denominada área indoeuropea (centro, oeste y norte peninsular) estaban más bien vinculados al ámbito cultural centroeuropeo conocido como celta, aunque entre ellos había notables casos de pueblos preindoeuropeos, como los vascones.
Idiomas en la península Ibérica alrededor del 300 a. C. |
La cultura talayótica se desarrolló en este periodo. El nombre deriva de sus características torres defensivas, troncocónicas y construidas con grandes piedras, en torno a las cuales se establecían los poblados. Además, hay otro tipo de monumentos llamados taulas, con forma de altar, pero de tres o cuatro metros de altura, de las que se conservan una treintena en Menorca. El tercer tipo de monumento caracterizado por su vastedad es la naveta, edificio rectangular terminado en ábside y construido con grandes bloques de piedra, que servía como lugar de enterramiento colectivo.Es prácticamente imposible precisar el momento en que apareció la metalurgia del hierro en la península, ya que durante algunos siglos este metal coexistió con el bronce. Es posible que la trajesen los fenicios al establecerse en el sur de la península hacia el año 1000 a. C. o bien los griegos, que fundaron su primera colonia (probablemente Rhodes, actual Rosas, Gerona) en el siglo VIII a. C. Tampoco hay que olvidar que a partir del 900 a. C. se cree que llegaron grupos célticos, que ya conocían este metal y lo utilizaban para fabricar sus espadas, lanzas, escudos o cascos.
Los pueblos de la denominada área ibérica (sur y este peninsular) fueron los que más intensamente recibieron la influencia de las colonias griegas y púnicas, y son calificados como preindoeuropeos. En la zona suroccidental se produjo incluso el surgimiento (y desaparición) de una entidad política de supuesta dimensión estatal: Tartessos. Los pueblos de la denominada área indoeuropea (centro, oeste y norte peninsular) estaban más bien vinculados al ámbito cultural centroeuropeo conocido como celta, aunque entre ellos había notables casos de pueblos preindoeuropeos, como los vascones.
Tartessos
Nada definitivo se sabe aún sobre si Tartessos era una región, ciudad o Estado y dónde estaba situado exactamente. Hay unas pocas fuentes indirectas griegas y romanas, así como algunos hallazgos arqueológicos que no guardan apenas relación con los testimonios escritos. Se lo ha buscado por toda la península, pero las hipótesis más razonables indican que su área de influencia estaría entre el sur de Portugal y la desembocadura del Río Segura, con su centro de irradiación política y cultural en el bajo Guadalquivir: el área de Doñana para Adolf Schulten y Mesas de Asta para José Chocomeli. Otros investigadores sostienen que su capital sería la ciudad de Mastia Tarseion (presumiblemente Cartagena).
Tenían una economía ganadera y agraria, complementada por el comercio derivado de la explotación minera, tanto de su área de influencia como de otras regiones atlánticas. Utilizaban un idioma semisilábico que se escribía de derecha a izquierda y está sin descifrar. Se cree que el sistema de gobierno era una monarquía relativamente centralizada de la cual sólo se tiene constancia del nombre de un rey, Argantonio, de finales del siglo VII. Su auge se produjo entre los siglos IX y VII a. C., coincidiendo con la etapa en que los fenicios se asentaron en factorías costeras cuyo objetivo consistía en la adquisición de metales que se intercambiaban por manufacturas de lujo con destino a la élite tartésica. Estos contactos influyeron en la sociedad autóctona hasta el punto de modificar los ritos funerarios y, probablemente, acentuaron la estratificación social.
A partir del siglo VI a. C., Tartessos entró en una etapa de decadencia y desapareció abruptamente. Los motivos han sido muy controvertidos: hay quienes creen que fue destruido por los cartagineses como respuesta a la apertura de los mercados tartésicos a los griegos; otros suponen que se produjo algún tipo de catástrofe que fue el origen del mito de la Atlántida; finalmente hay quien argumenta que el agotamiento de las vetas de mineral habría acabado con el comercio colonial fenicio y habría llevado a las culturas nativas de nuevo a una economía exclusivamente agrícola y ganadera.
Iberos
Los iberos o íberos se extendían por toda el área levantina, desde los Pirineos hasta Gades (Cádiz), con una zona de influencia que abarcaba una importante franja interior, desde el valle del Ebro hasta el valle del Guadalquivir. Fueron un grupo cultural relativamente homogéneo, con influencias de los griegos y cartagineses. Sus rasgos básicos, sin embargo, son la consecuencia de una evolución autóctona de los pueblos del Bronce: poblados fortificados de tamaño variable, desde ciudades a aldeas, situados a menudo en colinas y elevaciones del terreno, que tenían una economía principalmente agrícola y ganadera, aunque se ha de destacar también el intercambio de productos artesanales y minerales con los comerciantes extranjeros.
La Dama de Elche (Museo Arqueológico Nacional de Madrid), una de las obras más representativas del arte ibérico. Era una urna funeraria con una cavidad posterior para depositar las cenizas |
Tenían una lengua propia, aún sin descifrar, ritos religiosos y funerarios característicos y, en determinadas ciudades, un cierto desarrollo de la planificación urbana. De las muestras artísticas que se conservan destacan una serie de esculturas funerarias, entre las que estarían la Dama de Elche, la de Baza, la del cerro de los Santos o la llamada Bicha de Balazote. También se ha de mencionar la célebre falcata ibérica, alabada por los cronistas romanos
Celtas, celtíberos y lusitanos
El centro, norte y oeste de la península estuvo poblado por varios pueblos indoeuropeos y preindoeuropeos, como atestigua la toponimia de la región. Los celtas de la península eran, en realidad, un conjunto de varias etnias o pueblos que formaban unidades geopolíticas independientes en el centro y noroeste peninsular y que podían llegar a luchar entre sí. La evidencia lingüística sugiere un posible origen en el centro de Europa. Sus restos arqueológicos son dispares y de difícil interpretación. Eran pueblos con una economía agraria, que se agrupaban en confederaciones de tipo tribal dominadas por grupos aristocráticos. Se establecían en poblados pequeños pero muy bien fortificados, poseían una metalurgia del hierro avanzada y una artesanía textil muy apreciada por los romanos.
Los celtíberos formaban un conjunto heterogéneo de grupos celtas con un mayor contacto cultural con los iberos del Levante. Habitaban en la parte oriental de ambas mesetas cuando se produjo la conquista romana.
Los lusitanos ocupaban el centro del actual Portugal, llegando hasta Extremadura, mientras que los vascones ocupaban Navarra y el País Vasco. A pesar de la apariencia defensiva que presentaban muchos asentamientos de galaicos, astures o cántabros, que personifican la influencia del mundo atlántico del Hierro en la Península, no hay ninguna prueba concluyente que apoye la idea de que hayan sido pueblos organizadamente beligerantes. Las inscripciones lusitanas representan un pequeño enigma lingüístico, ya que testimonian una lengua indoeuropea similar al celta pero no derivada directamente del proto-celta, por lo que el origen de su presencia en la península es difícil de dilucidar.
Los celtíberos formaban un conjunto heterogéneo de grupos celtas con un mayor contacto cultural con los iberos del Levante. Habitaban en la parte oriental de ambas mesetas cuando se produjo la conquista romana.
Los lusitanos ocupaban el centro del actual Portugal, llegando hasta Extremadura, mientras que los vascones ocupaban Navarra y el País Vasco. A pesar de la apariencia defensiva que presentaban muchos asentamientos de galaicos, astures o cántabros, que personifican la influencia del mundo atlántico del Hierro en la Península, no hay ninguna prueba concluyente que apoye la idea de que hayan sido pueblos organizadamente beligerantes. Las inscripciones lusitanas representan un pequeño enigma lingüístico, ya que testimonian una lengua indoeuropea similar al celta pero no derivada directamente del proto-celta, por lo que el origen de su presencia en la península es difícil de dilucidar.
Publicado por: Nabil Abarran
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