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miércoles, 19 de junio de 2013

Las Navas de Tolosa

Iba a hacer una entrada cuando se me pasó este tema por la cabeza, que ha salido varias veces a colación durante los debates de clase y, francamente, me apasiona. Espero que os interese tanto como a mí.

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La batalla de Las Navas de Tolosa, llamada en la historiografía árabe Batalla de Al-Uqab (معركة العقاب), enfrentó el 16 de julio de 1212 en las inmediaciones de la población jienense de Santa Elena a un ejército aliado cristiano formado en gran parte por las tropas castellanas de Alfonso VIII de Castilla, las navarras de Sancho VII de Navarra y las aragonesas de Pedro II de Aragón contra el ejército numéricamente superior del califa almohade Muhammad An-Nasir. La batalla fue el resultado de la cruzada emprendida por el rey Alfonso VIII, el arzobispo de Toledo Rodrigo Ximénez de Rada y el papa Inocencio III contra los almohades musulmanes que dominaban Al-Ándalus desde mediados del siglo XII, tras la derrota del rey castellano en la batalla de Alarcos (1195), que había tenido como consecuencia llevar la frontera hasta los Montes de Toledo, amenazando la propia ciudad de Toledo y el valle del Tajo. Saldada con una importantísima victoria del bando cristiano, esta batalla fue el punto álgido de la Reconquista y el principio del fin de la presencia musulmana en la Península Ibérica.
Al tenerse noticia de la preparación de una nueva ofensiva almohade, Alfonso VIII, después de haber fraguado diferentes alianzas con la mayoría de los reinos cristianos peninsulares, a través de la mediación del Papa, y tras finalizar las distintas treguas mantenidas con los almohades, decide preparar un gran encuentro con las tropas almohades que venían dirigidas por el propio califa Muhammad An-Nasir, el llamado Miramamolín por los cristianos (versión fonética de «Comendador de los Creyentes», en árabe). El rey buscaba desde hacía tiempo este encuentro para desquitarse de la grave derrota de AlarcosEl ejército cristiano estaba formado por:
  • Un gran número de cruzados provenientes de otros estados europeos o ultramontanos, llamados así por haber llegado desde más allá de los Pirineos. Estos guerreros, en su mayoría franceses, llegaron atraídos por el llamado del papa Inocencio III, quien a su vez había sido contactado por el Arzobispo de Toledo, Ximénez de Rada. Su número es discutible, pero se cree que pudieron llegar a los 30.000 hombres, si bien muchos de ellos no llegaron a participar en la batalla. Entre los convocados extranjeros figuraban también tres obispos, los de las ciudades francesas de NarbonaBurdeos y Nantes.
  • Al igual que el portugués, tampoco participó en la contienda el rey de León Alfonso IX; aunque ansiaba acudir a la batalla, convocó una Curia Regia que le recomendó que exigiera condiciones para participar en la campaña, y así, Alfonso IX respondió a su homólogo castellano que acudiría gustoso en cuanto se le devolvieran los territorios que le pertenecían. Por ello, Alfonso VIII pidió la mediación del Papa, para evitar cualquier ataque leonés. Inocencio III accedió y amenazó con la excomunión a todo aquel que se atreviera a violar la paz mientras los castellanos lucharan contra los musulmanes. Este hecho contrasta con lo sucedido años atrás, cuando el mismo Papa había obligado al monarca castellano, sin éxito, a devolver esos castillos a Alfonso IX. Ante esto, para no romper el edicto del Papa y evitar la excomunión, el rey leonés se dedicó a recuperar solamente aquellas plazas que estaban dentro de las fronteras de León, evitando así el enfrentamiento en tierras castellanas. No obstante, y a pesar de ir en contra de sus intereses a corto plazo, consintió que acudieran a la batalla contra los almohades tropas y caballeros leoneses, gallegos y asturianos, de los cuales destacan: don José Bernaldo de QuirósVizconde de las Quintanas y Señor de Quirós, don Manuel de Valdés, don Fernando Lamuño y LamuñoSeñor de Salas y don Francisco de la Buelga, Caballero de la Orden de Santiago.
  • El ejército cristiano tenía un tamaño ciertamente respetable, pero el gran número de tropas convocadas por el Califa almohade Muhammad An-Nasir hacía que pareciera pequeño a su lado. Su tamaño fue enormemente exagerado por las crónicas cristianas, llegando a hablarse hasta de 300.000 a 400.000 hombres, si bien hoy en día se tiende a cifrar su número en algo más de 120.000. Su composición no era menos internacional que la de su oponente:
    • Tras esta se disponían los infantes voluntarios de Al-Ándalus, mejor armados que los marroquíes y encargados de detener a las filas enemigas. Ese día, sin embargo, reinaban los recelos entre la guarnición andalusí debido a la ejecución de Ibn Cadis, el jefe de la guarnición musulmana en la fortaleza de Salvatierra, al que los cristianos dejaron marchar a cambio de rendir la plaza, y que, apenas llegado a territorio almohade, fue degollado por orden del sultán. Esto tendría consecuencias decisivas en la moral de las tropas andalusíes durante la batalla.
    • El propio ejército almohade se encontraba detrás de los andalusíes, con la potente caballería africana, que había sido la pesadilla de los ejércitos cristianos, cubriendo los flancos. La mayoría de sus veteranos y bien armados hombres procedían del noroeste de África, pero entre sus filas no faltaban tampoco los guerreros de todos los rincones del Islam atraídos por la llamada a la Guerra Santa.
    • Tras la caballería almohade, que combatía con lanza y espada, se encontraban contingentes de arqueros a caballo turcos conocidos como Agzaz. Esta unidad de mercenarios de élite había llegado a la Península tras haber sido capturados en lo que ahora es Libia durante la guerra que mantenían los almohades del Magreb con los ayubíes de Egipto.
    • Al final, formando una apretada línea en torno a la tienda personal del sultán, se encontraba la llamada Guardia Negra (también denominados imesebelen), integrada por soldados-esclavos fanáticos procedentes del Senegal. Grandes cadenas y estacas los mantenían anclados entre sí y al suelo, de tal manera que no les quedaba otra alternativa que luchar o morir. Desde su tienda, el sultán arengaba a sus tropas vestido completamente de verde (el color del Islam), con un ejemplar del Corán en una mano y una cimitarra en la otra. En las filas musulmanas abundaban los líderes religiosos y santones tanto como los monjes y sacerdotes en las cristianas, exhortando a ambos bandos a una lucha sin tregua.
    Como curiosidad cabe destacar que, según la leyenda, las cadenas que mantenían atados a esos imesebelen, la Guardia Negra del califa, son las que incorporó Sancho VII al escudo de Navarray que aquel ejemplar del Corán tenía una enorme esmeralda en el centro, la cual también añadiría el monarca navarro a dicho escudo.
Sobre el desarrollo de la batalla, no dejéis de visitar la entrada que publicó Edu en este mismo blog.

lunes, 10 de junio de 2013

Diferencias entre almohdes y almorávies

Almohades y almorávides

De la mano de la cultura árabe, el territorio de España y el noroeste de África conocieron una notable civilización en la Edad Media.

Encantador de serpientes,
en el mercado de Marrakech.
[Imagen de guiarte.com. Copyright.]
Si el Islam se impregnó en Oriente del arte asiático, floreciendo en núcleos como Persia, en Occidente irradió sobre todo desde España, donde la mezquita de Córdoba ha sido uno de los grandes monumentos de la historia de la humanidad.

Desde el siglo IX, los musulmanes de Al-Ándalus, España, hicieron gala de una cultura distinta y avanzada, dictando las líneas culturales del Occidente del mundo islámico. Aquí arrancó lo que en siglos posteriores se ha llamado arte hispano-morisco, que engloba buena parte de las más bellas arquitecturas de un lado y otro del Mediterráneo occidental hasta el siglo XV. 


Los almorávides fueron unos nómadas norteafricanos, fanáticos de la religión y la comunidad. En el siglo XI convirtieron a Marrakech en la capital de un imperio que se extendía desde el Sahara a buena parte de España.

Influenciados por la cultura andaluza, los almorávides desarrollaron una arquitectura con notable brillantez ornamental. Realizaron bellas construcciones sobre pilares de ladrillos, con arcos de herradura y lobulados; cúpulas de arcos entrecruzados con decoración calada, hermosa decoración floral, etc. 

Tras ellos, en 1145 llegaron a la Península Ibérica los almohades, bereberes del Atlas, impulsados por una reacción religiosa. Conquistaron el propio Marrakech a mediados del siglo XII y se expandieron hacia el norte hasta establecer en Sevilla la capital del imperio.

El arte almohade es más austero, como la propia vivencia de la fe. Los monumentos se caracterizan más por el colosalismo que por las innovaciones formales. Redundan en la pureza y esbeltez de líneas, especialmente en los elevados minaretes de sus mezquitas.

jueves, 6 de junio de 2013

Batalla de las Navas de Tolosa

Os dejo un enlace para ver como fue aquella épica batalla, de la que el año pasado se celebró su centenario (¡habían pasado ochocientos años!: 1212-2012). De paso también podéis ver el desarrollo de una batalla anterior en la que perdió el bando cristiano: la batalla de Alarcos.

miércoles, 5 de junio de 2013

Arte mudéjar

El arte mudéjar es un estilo artístico que se desarrolla en los reinos cristianos de la Península Ibérica, pero que incorpora influencias, elementos o materiales de estilo hispano-musulmán, es la consecuencia de las condiciones de convivencia existente de la España medieval y se trata de un fenómeno exclusivamente hispánico que tiene lugar entre los siglos XII y XVI, como mezcla de las corrientes artísticas cristianas (románicas, góticas y renacentistas) y musulmanas de la época que sirve de eslabón entre las culturas cristianas y el islam.


Para unos historiadores se trata de un epígono del arte islámico y para otros se trata de un periodo del arte cristiano en el que aparece la decoración islámica, ya que lo practican los mudéjeres, gentes de religión musulmana y cultura árabe que permanecían en los reinos cristianos tras la conquista de su territorio y, a cambio de un impuesto, conservaban su religión y un estatus jurídico propio; pero también moriscos y cristianos que aprendieron las técnicas propias del arte musulmán.

No es un estilo artístico unitario, sino que posee características peculiares en cada región, entre las que destacan el mudéjar toledano, leonés, aragonés y andaluz. Desde la Península Ibérica, también viajó a las colonias españolas del continente americano. En el siglo XIX, junto con otros estilos revival apareció el neomudéjar.


El término "arte mudéjar" lo acuñó Amador de los Ríos, en 1859, cuando pronunció su discurso de ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando sobre “El estilo mudéjar, en arquitectura”.


El arte mudéjar es el más representativo de España en la época medieval, no es grandioso sino peculiar y más personal. Esta peculiaridad viene dada por su carácter fronterizo entre el norte cristiano y los musulmanes. Existen distintos tipos de mudejarismo:
  • Románico de ladrillo: León, Valladolid, Ávila y Segovia.
  • Arte mudéjar occidental: desde el Tajo hasta Portugal.
  • Mudéjar aragonés: con características propias, entre otras la profusión de elementos ornamentales de cerámica vidriada, y mayor desarrollo en los valles del Ebro, Jalón y Jiloca.
  • Extremadura.
  • Andalucía: Sevilla y Córdoba.
  • Comunidad Valenciana: Castellón y Valencia.
Uno de los focos más interesantes es el del mudéjar aragonés, que se distribuye fundamentalmente en el valle medio del Ebro, el del Jalón y el del Jiloca en las provincias de Zaragoza y Teruel, hasta el punto de que el conjunto mudéjar de la capital de esta última provincia (donde descuellan sus torres de San Pedrodel Salvador, de San Martín y de la Catedral) fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1986, reconocimiento que en 2001 se amplió a otros monumentos de Aragón, destacando la Colegiata de Santa María de Calatayud, la iglesia de Santa Tecla de Cervera de la Cañada, la de Santa María de Tobed y los elementos mudéjares de la iglesia de San Pablo, la Seo y la Aljafería de Zaragoza.

Del llamado «románico de ladrillo», es ejemplo la Iglesia de San Tirso, acabada en 1189, con aspecto sólido y macizo. El cimborrio se eleva sobre el crucero y adelanta algunas características del románico, como la utilización de arquerías y las dos filas de arcos ciegos que aparecen en los ábsides circulares con función tectónica, forma el esqueleto del edificio. Conforma un soporte y empuje que sostiene el muro. Los edificios mudéjares copian a los cristianos y desarrollan su planta y altura pero en ladrillo. Al emplear ladrillo en el interior se pierde la columna y se utiliza el pilar. Otra característica es el cimborrio, que, a pesar de ser tan pesado, al ser calado va a transmitir sensación de ligereza. En el cimborrio, conforme ascendemos, los vanos son mayores para aligerar el peso y conseguir altura. Otro ejemplo es la iglesia de San Martín de Arévalo en Ávila; lo más característico de ella son las dos torres realizadas en ladrillo, sustentadas y decoradas por arquerías ciegas que se convierten en vanos en la parte superior. Se utiliza ladrillo y también mampostería. También la iglesia de San Andrés de Cuéllar, con una fachada principal de ladrillo muy característica y de las pocas que se conservan; su planta fue calificada por Vicente Lampérez y Romea como la mejor del estilo.

Mudéjar es el término que designa a los musulmanes que permanecieron viviendo en territorio conquistado por los cristianos, durante el proceso de avance de los reinos cristianos hacia el sur (denominado Reconquista), durante la Edad Media.
A estos musulmanes se les permitió seguir practicando el islam, utilizar su lengua y mantener sus costumbres. Se solían organizar en comunidades denominadas aljamas o morerías con diversos grados de autogobierno, según las condiciones de rendición, o de subordinación.
Desde el punto de vista económico, la gran mayoría de los mudéjares desarrollaban labores agrícolas o de artesanía (albañilería, carpintería y oficios textiles). Con el transcurso del tiempo, las condiciones de convivencia y tolerancia hacia los musulmanes en las zonas cristianas se hicieron más duras, restringiéndose los contactos sociales y económicos entre comunidades.
En alguna región como Aragón existe una clara relación entre las construcciones mudéjares y la abundante mano de obra islámica que permaneció en esta zona; sin embargo, en el caso de Andalucía, no existe una relación tan clara, ya que el número de musulmanes que permanecieron tras la conquista fue mucho más reducido, aunque una parte significativa de la escasa población mudéjar estaba dedicada a labores relacionadas con la construcción, alcanzando casi un 50%, pudiendo concebirse más bien como una rendición cultural ante el vencido.
Se da un nuevo tipo de material (el ladrillo) y una nueva decoración superpuesta a elementos constructivos cristianos y musulmanes. Las estructuras arquitectónicas y los materiales son modestos, pero se logra un gran realce mediante el trabajo ornamental del ladrillo, yeso y madera: ajedrezados, espinas de pez, esquinillas, arcos ciegos, redes de rombos (sebka), cruces cristianas... El mudéjar supone una reacción nacional en contra de los estilos europeos que se estaban introduciendo. Hasta el siglo XII se fomenta un estatus tolerante hacia los alarifes musulmanes; en el siglo XIII los reyes cristianos van a comenzar a conocer la cultura islámica y se va produciendo un alejamiento de los influjos europeos y un acercamiento hacia la vida musulmana.